El origen árabe de Iznájar queda acreditado en su nombre que pudiera derivar de los vocablos “hisn” (castillo) y “ashar” (alegre, pendenciero). Aunque para otros autores "ashar" no se puede traducir por el adjetivo "alegre", pues debiera en ese caso venir precedido del artículo "al", sino que correspondería al epónimo de la familia sobre cuyas propiedades se erigió el castillo.
Al margen de su origen árabe, algunos hallazgos aislados de cerámica ibérica y en menor medida romana, atestiguan la presencia de estos pueblos en Iznájar.
Una estrofa de “El Romancero de Iznájar” dice así:
“Ángeles son no mujeres.
Dicen que Trajano dijo
y desde entonces Angellas
el pueblo a llamarse vino”
Esta leyenda bautizó al pueblo con el nombre de “Angellas”, apelándose a esta denominación para referirse al pasado romano de la localidad.
Las primeras noticias de la historia de Iznájar se remontan a la segunda mitad del siglo IX con motivo de su incorporación a la rebelión muladí de Umar ben Hafsún.
Durante esta época Iznájar cambió varias veces de dueño, siendo su población muy castigada. Fue precisamente el temor a nuevas represalias, como las habidas con anterioridad, lo que llevó a sus habitantes a degollar a su gobernador muladí Fadl ben Salama y enviar su cabeza al emir Abd Allah en señal de sumisión.
La reconquista cristiana de Fernando III El Santo no llegó a tierras iznajeñas que permanecieron unidas al reino granadino hasta la segunda mitad del siglo XV. Su situación fronteriza le llevó a frecuentes periodos de guerra hasta su conquista definitiva durante el reinado de Juan II.
Hacia 1468 Diego Fernández de Córdoba, Conde de Cabra, recibió por su adhesión al monarca Enrique IV la jurisdicción y señorío de esta villa con el título de Vizconde de Iznájar. Título nobiliario que recae en D. Álvaro López Becerra de Solé y de Casanova, actual Vizconde de Iznájar por título otorgado por S.M. D. Juan Carlos I, Rey de España, el 7 de septiembre de 1983.