La Aldea de Los Juncares la forman grupos de casas y otras muchas diseminadas, recostadas sobre la ladera de la Sierra de las Ventanas, al noreste del municipio de Iznájar.
El topónimo de la Aldea proviene del nombre de la planta del junco, como lugar en el que abundan estas plantas, derivándose de «juncales» a juncares.
A lo largo de la extensa Aldea, existen espacios con abundancia de arboleda, representativa del bosque mediterráneo, bosque bajo y encinares. También la abundancia de agua que recoge de las sierras colindantes, propicia la existencia de un rico ecosistema en el que destaca una rica flora, con una gran variedad de plantas como la pamplina, el llantén, la zaragatona, el lirio de tonalidades amarillas y blancas, las lentejas y azucenas de agua o los álamos y cañaverales.
En este amplio territorio se han encontrado restos arqueológicos ibéricos y romanos, con yacimientos que podemos ver en sillares o tumbas cavadas en la roca, tal y como lo hacían los pobladores en épocas ibérica y romana.
Esta Aldea también estuvo habitada por los árabes, como lo demuestra la configuración de las estrechas y empinadas calles, en torno al lavadero y la acequia, así como la disposición y estructura de las casas.
Los elementos de la arquitectura tradicional más destacables son las fuentes como la «Fuente de Los Juncares», la «Fuente de Chabanco» y el lavadero público y acequia. Elementos que aún hoy son aprovechados, formando parte de hábitos sociales no desechados por quienes habitan la Aldea. Una pérgola cubre la Fuente de Los Juncares pareciendo querer mostrar el honor que sus habitantes le tributan, y es que en Los Juncares el agua está sin duda íntimamente relacionada con el origen de la Aldea, no en vano la abundancia de ésta hizo que sus primeros pobladores se asentaran en el territorio.
El lavadero, la acequia y las fuentes de la Aldea de Los Juncares evocan los modos de vida que se pierden en la memoria de nuestro tiempo y dejan constancia de actividades agroganaderas y sociales muy importantes, desde el punto de vista etnográfico.
Una costumbre muy arraigada, formando parte de la cultura popular y tradicional es la denominada «matanza» del cerdo, fiesta familiar y de vecindad que tiene lugar durante el último mes del año, dando como resultado una amplia y rica cocina derivada de los productos del cerdo.
Celebra las fiestas de «La Candelaria», cada 3 de febrero encendiendo las típicas hogueras.