Encontramos Iznájar enclavada en lo alto de una peña, lugar desde el que se ha convertido en vigía del tiempo y en silenciosa guardiana de las gentes que la han habitado. Su situación puede definirse como privilegiada, frontera de antiguos reinos y encrucijada de caminos, aspectos que aún hoy sigue manteniendo. Es con toda probabilidad esta característica la que ha logrado que su Cultura y sus más profundas tradiciones sean fruto de esto mismo: las influencias de la Subbética cordobesa y el Poniente de Granada han conformado a lo largo de los siglos un lugar absolutamente privilegiado en sus costumbres y su folclore.

Por ello son muchos los motivos para acercarse a Iznájar en cualquiera de sus festividades, pero es sin lugar a dudas su Semana Santa uno de los momentos clave para entender qué es Iznájar y cómo los iznajeños han sabido mantener a lo largo de los siglos uno de los rituales más profundos de nuestra comarca.

La Semana Santa de Iznájar hunde sus raíces en los albores del siglo XVII, y para entenderla en toda su plenitud hay que remontarse a sus inicios y conocer el devenir histórico de la  misma. Pero no será esta mi labor, para ello deben adentrarse en la lectura de estas páginas. Yo simplemente dejo caer aquí la semilla que os incitará a querer conocerla más a fondo.

El germen de la Semana de Pasión iznajeña se encuentra en la Procesión del Calvario del Viernes Santo, eje central todavía hoy de esta Semana y que aglutina en torno a la figura del Nazareno uno de los espectáculos más visuales de la región. De igual forma el segundo pilar fundamental es lo que se ha venido a llamar el Paso Antiguo, un rosario de representaciones de una exagerada mímica y poco texto que, también con origen en el siglo XVII, sirvieron para hacer entendibles al pueblo los Sermones de Semana Santa.

Los años y los cambios que la Iglesia, como institución, iba sufriendo afectaron de forma tajante a estas costumbres, viéndose así afectadas a través de prohibiciones. Tales acontecimientos llevaron a años de crisis en estas representaciones, pero el pueblo supo siempre mantener viva su identidad y, sabedores de la importancia de ello, lucharon siempre contra la jerarquía para conservar lo que les era propio. Quizás los siglos XVIII y XIX fueron de altibajos, pero a pesar de todo se pudo renacer. Así hoy, contamos con una Semana Santa que ha sabido mantener su Historia, pero que a la vez se ha engrandecido a lo largo del siglo XX con nuevas Hermandades, que ya también se han convertido en Historia de nuestra Semana de Pasión.

Belén Ortiz Núñez. Historiadora.